El teatro y la
música
Esas dos artes alcanzan una madurez sublime en la Edad Moderna.
Mientras en muchas culturas del mundo se habían alcanzado expresiones
refinadísimas de formas teatrales y musicales sagradas, como las danzas balinesas basadas en la mitología hindú (Katchak y Barong), en el
siglo XVII, de una forma simultánea en cada extremo del mundo, se desarrollan
paralelamente el kabuki japonés, y los teatros clásicos de las tres principales culturas de
Europa Occidental (éstas sí interrelacionadas): el español (Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina),
el inglés (William Shakespeare) y el francés (Jean Racine, Pierre Corneille y Molière).

En el surgimiento del teatro clásico europeo confluyen
tradiciones medievales, tanto de escinificaciones religiosas (autos
sacramentales) como profanas (titiriteros antepasados de los cómicos
de la legua, aún presentes en la Comedia del arte,
que también se dejará ver en la raíz de un teatro ilustrado como el de Carlo Goldoni),
y se ahorman a la disciplina de las normas literarias clásicas, recuperadas de
la antigüedad grecolatina en un extraordinario caso de resurrección
arqueológica.

Las artes escénicas
comprenden también una música que, además de la tradición coral e instrumental
eclesiástica medieval, recoge temas, aires y danzas populares e incluso, en
algún caso, la influencia de otras civilizaciones (el siglo XVIII vivió una fiebre turca en lo musical, con incorporación de
instrumentos y un peculiar sentido del ritmo de las potentes marchas militares
otomanas). La llamada música clásica, que tiene sus primeros nombres sagrados
en compositores barrocos como Johann Sebastian Bach, Vivaldi o Haendel,
culmina con las cumbres del clasicismo musical (Haydn y Mozart). Niños prodigio como éste último o
cantantes como el castrato Farinelli (que demostró tener más visión para
los negocios) recorren Europa "fichados" por las casas reales como
los futbolistas actuales. Los instrumentos y las agrupaciones se van
perfeccionando, quedando establecida la llamada música de cámara, adecuada a la escenografía de
los palacios rococó, mientras que los teatros requieren mayores formaciones,
pues acogen a un público más amplio, que, (a la espera de las sinfonías de Beethoven o los valses de Strauss), celebra La flauta mágica. Como forma musical, la ópera (nacida con el Orfeo de Monteverdi en 1607) sólo ha empezado a recorrer
un camino que la llevará en el siglo XIX a ser un vehículo de la ideología
revolucionaria (Giuseppe Verdi o Wagner),
pero de momento sirve perfectamente para adaptar libretos tan subversivos como
los de Beaumarchais (Las bodas de Fígaro de Mozart y El barbero de Sevilla, de Rossini).

Entre tanto, la música
europea se difunde por el mundo, en primer lugar por las colonias
americanas,
donde es recibida y reelaborada con gran éxito, incluyendo los famosos
indígenas músicos de las reducciones jesuíticas del Paraguay.

Hecho Por: Joaquín Marquez
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