Un
mundo "barroco"
El arte más
representativo de la Edad Moderna quizá no es tanto el Renacimiento sino su
continuación y antítesis:
el Barroco si
consideramos que es el que alcanzó más extensión en el tiempo (siglos XVII y
XVIII, en solapamiento con el Manierismo previo
y el Rococó posterior)
y el espacio (puede encontrarse desde la protestante Europa del Norte hasta la
América colonial católica o las Filipinas). Este estilo se caracterizaba por
ser visualmente recargado, y alejado de la simplicidad y búsqueda de la armonía
propias del Renacimiento pleno. Aunque se discute su etimologías posibles,
suele hacérsele sinónimo a "extraño", "irregular". Se
postula que el Barroco nació como una reacción a la crisis de la confianza
humanista y renacentista en el ser humano, lo que explica su potente carácter
religioso, así como el abandono de la simplicidad clásica para intentar
expresar la grandeza del infinito, y la predilección por motivos grotescos o
«feos», realistas, que contradice la búsqueda de la belleza ideal
renacentista. Se ha hablado también de una cultura del barroco, del equívoco y
lo efímero, coincidiendo con la llamada crisis del siglo XVII,
en la que se valoraba más la apariencia que la esencia, la escenografía que la
solidez.

Esto no quiere decir, de todas maneras, que el Barroco haya
renunciado totalmente al Clasicismo. No en balde, uno de los más
grandes monumentos de la arquitectura barroca es el Palacio de Versalles,
construido en torno a la noción del culto al dios solar Apolo,
como representación del monarca Luis XIV, el Rey
Sol. La Europa del siglo XVIII se llenará de réplicas de Versalles, a veces
pasados por la sensibilidad local, como los palacios vieneses. Habría un
barroco primero, el profundo y concentrado de Caravaggio y
el tenebrismo, un barroco pleno, triunfante, el
de Bernini oRubens, y un barroco final, el de mayor exceso decorativo,
de Churriguera y los interiores rococó.

El urbanismo barroco
requiere la vivencia de la ciudad como un escenario artificioso, más allá de
los edificios o monumentos singulares, en el que las perspectivas glorifiquen
los espacios representativos del poder siguiendo un programa iconográfico que
el entendido sea capaz de leer (por ejemplo, la Plaza de San Pedro en el Vaticano o el Paseo del Prado de Madrid).
Hecho Por: Alonso Liñán
Hecho Por: Alonso Liñán
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